LA OPINIÓN.- Si la sociedad funcionase como parece ser que la entiende Francisco Pulido, cuando uno está amenazado, si te amenazan y a tu familia, incluso de muerte, nada de denunciar, lo mejor que se puede hacer es callarse, rezar, poner unas cuantas velas y pensar, madrecita que sea un farol. Pero claro, lo peor de todo es que si no denuncias, si no expones que eres objeto de un chantaje en el que se pone de por medio incluso la continuidad de tu vida, y la de tu familia, en el mejor de los casos lo único que consigues con esa actitud es seguir aparentando que aquí no pasa nada para algunos, como en este caso el alcalde de Cuenca, y tú seguir siendo objeto de esa extorsión que con toda seguridad irá creciendo si no te doblegas a la voluntad de tu amenazante, y en el peor, ni más ni menos, que se cumpla la amenaza.
No sabemos muy bien si este Alcalde no es capaz de distinguir entre víctima y verdugo, o que tiene ya su parte decidida, porque está claro que pretender aplicar una solución salomónica en este asunto, cesando de sus funciones a los dos concejales, es poner en el mismo plano a ofensores y a ofendidos, o es como si los jueces cuando tienen que sentenciar un delito, condenaran de igual manera a los delincuentes y a sus damnificados.
No está siendo acertado Pulido en algo tan grave y delicado, como lo es el hecho de que desde dentro de su Grupo Municipal se esté extorsionando con amenazas a uno de sus concejales, pues el hecho en sí de esa forma de actuar, con independencia de los motivos, ya es mucho más que reprobable.
Pero es más, el Alcalde, con su primera insinuación, en la misma dirección en cierto modo que la propia amenaza, al decir que si un concejal no encuentra el equilibrio para continuar ejerciendo con normalidad sus funciones, tiene abiertas las puertas del Consistorio para marcharse y, ahora, aplicando por igual el mismo castigo, sin aclarar por qué da idéntica consideración a uno y a otro, da la impresión de que su parte la tiene ya tomada y, por tanto, una de dos, o bien que para él el fin justifica siempre los medios, o que existe un fondo común con lo que se defiende a través de la extorsión, la calumnia y la amenaza.
Pulido no puede seguir amparándose en soluciones salomónicas, sin más, sin explicaciones de por medio; ni en frases genéricas, como aquella de no hablar hasta que se pronuncien los tribunales; ni en declaraciones que más bien parecen nuevas amenazas veladas, al invitar solapadamente a dimitir al concejal amenazado, pues de esta manera lo que está consiguiendo es aumentar, si cabe, aún más la alarma que produce algo así, y generar desconfianza también hacia su propia persona. Debe explicar con claridad por qué ha tomado parte en el asunto de esta forma, por qué no ampara a quien está siendo amenazado y encima le insinúa que se vaya y hasta lo castiga.
No sabemos muy bien si este Alcalde no es capaz de distinguir entre víctima y verdugo, o que tiene ya su parte decidida, porque está claro que pretender aplicar una solución salomónica en este asunto, cesando de sus funciones a los dos concejales, es poner en el mismo plano a ofensores y a ofendidos, o es como si los jueces cuando tienen que sentenciar un delito, condenaran de igual manera a los delincuentes y a sus damnificados.
No está siendo acertado Pulido en algo tan grave y delicado, como lo es el hecho de que desde dentro de su Grupo Municipal se esté extorsionando con amenazas a uno de sus concejales, pues el hecho en sí de esa forma de actuar, con independencia de los motivos, ya es mucho más que reprobable.
Pero es más, el Alcalde, con su primera insinuación, en la misma dirección en cierto modo que la propia amenaza, al decir que si un concejal no encuentra el equilibrio para continuar ejerciendo con normalidad sus funciones, tiene abiertas las puertas del Consistorio para marcharse y, ahora, aplicando por igual el mismo castigo, sin aclarar por qué da idéntica consideración a uno y a otro, da la impresión de que su parte la tiene ya tomada y, por tanto, una de dos, o bien que para él el fin justifica siempre los medios, o que existe un fondo común con lo que se defiende a través de la extorsión, la calumnia y la amenaza.
Pulido no puede seguir amparándose en soluciones salomónicas, sin más, sin explicaciones de por medio; ni en frases genéricas, como aquella de no hablar hasta que se pronuncien los tribunales; ni en declaraciones que más bien parecen nuevas amenazas veladas, al invitar solapadamente a dimitir al concejal amenazado, pues de esta manera lo que está consiguiendo es aumentar, si cabe, aún más la alarma que produce algo así, y generar desconfianza también hacia su propia persona. Debe explicar con claridad por qué ha tomado parte en el asunto de esta forma, por qué no ampara a quien está siendo amenazado y encima le insinúa que se vaya y hasta lo castiga.
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