OPINIÓN.-
Les confieso que estoy avergonzado en este momento de ser conquense. Hace un par de semanas le dije a mis amigos y familiares que no se hicieran ilusiones, que este año no habría procesión de “Las Turbas”, que los enemigos de Cuenca, en esto, también se iban a salir con la suya; pero me llamaban exagerado, que era un agorero como en tantas otra cosas que afectan a nuestra ciudad.
Que cualquier día de primavera exista un pronóstico de lluvia de un 50% es lo normal, lo raro sería un pronóstico de los de verano, o que el anticiclón de las azores que nos trae de cabeza los meses de invierno por aquello de la sequía, se haya apoderado en estas fechas de nuestros cielos, que precisamente hoy casi se puede decir que sí. Da la casualidad de que la Semana Santa, mal que nos pese, cae casi siempre en primavera y, por tanto, lo extraño sería que “el tío del tiempo”, que muchas veces ni acierta, dijera que más allá de cinco o seis horas garantizaba un sol radiante de los que hace que los perros se queden patas arriba, y que a los banceros de Cuenca les van a temblar las canillas arrimando el hombro y subiendo la cuesta mientras empapan los capuces de sudor; vaya, que de cien días en esta época, ese clima ni en tres.
Decir que el hombre del tiempo ha dicho que tal vez llueva o tal vez no, es lo mismo que decir que si hay un 50% de probabilidades de que caiga una gota no hay procesión, o que decir no porque no, por cojones que no. Y es que Cuenca es lo que es porque los conquenses nos lo merecemos; o sea, que no, que los santos deben estar en las iglesias y la Estación del AVE a 6 km porque es mejor tardar mucho que poco; y si hay decenas de miles de personas que se han desplazado hasta nuestra tierra desde lejos, pues que se jodan; y si no vuelven ni ellos ni sus amigos ni, seguramente, sus conocidos o los conocidos de éstos, porque la sensación que se queda cuando se espera con entusiasmo algo que requiere un esfuerzo y te lo quitan por nada, es de cara de gilipollas, o de que aquí les tomamos el pelo, sin ningún fundamento creíble y verdaderamente objetivo, pues a estos tontos de siempre o enemigos de Cuenca les importa un bledo los fundamentos, ellos mejor, tan satisfechos con los santos donde los trescientos sesenta y cuatro días restantes, en las iglesias, y los turistas fuera de aquí que molestan.
Hace un par de años, escribí un artículo que me publicaron en el día de Cuenca, en el que expresaba que dirigir bien la Semana Santa que habíamos heredado de nuestros antepasados, era tan fácil como hacer cada año lo del anterior y el anterior. O sea, hacer lo que hicieron ellos; que si nuestra Semana Grande era reconocida en España entera, e incluso galardonada por la comunidad mundial al ser declarada hace un par de décadas de interés turístico internacional, sería porque no estaba mal sino lo contrario, es decir, estaba muy bien, y porque nuestros padres y abuelos lo hicieron así de bien. Pero no, tenía que llegar nuestra generación para más papistas que ¨El Papa¨ y recortar y recortar más y más; primero la bandas, luego los recorridos, y ahora, como vemos, poniendo impedimentos para que sea casi imposible que salgan las procesiones a la calle.
No ha sido un año, ni dos, ni tres ni cuatro, sino bastantes más -quien sepa de uno que no, que me lo ponga en comentarios, con la excepción de aquella imbecilidad que todos recordamos-, los que se ha visto desfilar la procesión Camino del Calvario con naturalidad, con soltura y con el interés de siempre, con luvia o sin lluvia, eso sí, con las imágenes y sus vestiduras protegidas con plásticos e impermeables si ésta acontecía. Y ello es lo que ha hecho que nos hayamos encontrado con algo importante, por su continuidad. Ahí estaba hasta que han llegado estos gañanes, beatos, rotarios y enemigos de Cuenca para limar nuestro patrimonio, nuestra tradición, el prestigio, y la seguridad que se tenía de que si se venía se veía, entusiasmaba y se admiraba por decenas de miles de personas, digan lo que digan. Pero es que hoy ni siquiera eso, ni llovió ayer jueves santo, ni durante la noche ni de madrugada, ni pintaba agua.
Si fuera por los pronósticos nos habíamos quedado este año, como hubiera pasado la inmensa mayoría de los años, sin procesiones; ¿o es que no auguraban un lunes, martes, miércoles y jueves santo pasados por agua?, pero se equivocaron y se han vuelto a equivocar. Ahora son las 9,30 y de lluvia nada de nada, es más, con el cielo medio raso medio nublado, más bien lo primero, como casi siempre en primavera, como casi siempre los días de cualquier Semana Santa, o incluso con más sol pues mientras escribo no ha dejado de lucir ni un instante por la ventana; pero los santos guardaditos en las iglesias, que es lo que quieren, y muchos de los de la tierra entristecidos por otra cacicada y los visitantes con tres palmos de narices porque hoy, viernes de pasión, los conquenses les hemos tomado el pelo.
Yo que el Alcalde de Cuenca retiraba las subvenciones a la Junta Cofradías, y el museo informático de la Semana Santa. Que se lo paguen ellos.
Les confieso que estoy avergonzado en este momento de ser conquense. Hace un par de semanas le dije a mis amigos y familiares que no se hicieran ilusiones, que este año no habría procesión de “Las Turbas”, que los enemigos de Cuenca, en esto, también se iban a salir con la suya; pero me llamaban exagerado, que era un agorero como en tantas otra cosas que afectan a nuestra ciudad.
Que cualquier día de primavera exista un pronóstico de lluvia de un 50% es lo normal, lo raro sería un pronóstico de los de verano, o que el anticiclón de las azores que nos trae de cabeza los meses de invierno por aquello de la sequía, se haya apoderado en estas fechas de nuestros cielos, que precisamente hoy casi se puede decir que sí. Da la casualidad de que la Semana Santa, mal que nos pese, cae casi siempre en primavera y, por tanto, lo extraño sería que “el tío del tiempo”, que muchas veces ni acierta, dijera que más allá de cinco o seis horas garantizaba un sol radiante de los que hace que los perros se queden patas arriba, y que a los banceros de Cuenca les van a temblar las canillas arrimando el hombro y subiendo la cuesta mientras empapan los capuces de sudor; vaya, que de cien días en esta época, ese clima ni en tres.
Decir que el hombre del tiempo ha dicho que tal vez llueva o tal vez no, es lo mismo que decir que si hay un 50% de probabilidades de que caiga una gota no hay procesión, o que decir no porque no, por cojones que no. Y es que Cuenca es lo que es porque los conquenses nos lo merecemos; o sea, que no, que los santos deben estar en las iglesias y la Estación del AVE a 6 km porque es mejor tardar mucho que poco; y si hay decenas de miles de personas que se han desplazado hasta nuestra tierra desde lejos, pues que se jodan; y si no vuelven ni ellos ni sus amigos ni, seguramente, sus conocidos o los conocidos de éstos, porque la sensación que se queda cuando se espera con entusiasmo algo que requiere un esfuerzo y te lo quitan por nada, es de cara de gilipollas, o de que aquí les tomamos el pelo, sin ningún fundamento creíble y verdaderamente objetivo, pues a estos tontos de siempre o enemigos de Cuenca les importa un bledo los fundamentos, ellos mejor, tan satisfechos con los santos donde los trescientos sesenta y cuatro días restantes, en las iglesias, y los turistas fuera de aquí que molestan.
Hace un par de años, escribí un artículo que me publicaron en el día de Cuenca, en el que expresaba que dirigir bien la Semana Santa que habíamos heredado de nuestros antepasados, era tan fácil como hacer cada año lo del anterior y el anterior. O sea, hacer lo que hicieron ellos; que si nuestra Semana Grande era reconocida en España entera, e incluso galardonada por la comunidad mundial al ser declarada hace un par de décadas de interés turístico internacional, sería porque no estaba mal sino lo contrario, es decir, estaba muy bien, y porque nuestros padres y abuelos lo hicieron así de bien. Pero no, tenía que llegar nuestra generación para más papistas que ¨El Papa¨ y recortar y recortar más y más; primero la bandas, luego los recorridos, y ahora, como vemos, poniendo impedimentos para que sea casi imposible que salgan las procesiones a la calle.
No ha sido un año, ni dos, ni tres ni cuatro, sino bastantes más -quien sepa de uno que no, que me lo ponga en comentarios, con la excepción de aquella imbecilidad que todos recordamos-, los que se ha visto desfilar la procesión Camino del Calvario con naturalidad, con soltura y con el interés de siempre, con luvia o sin lluvia, eso sí, con las imágenes y sus vestiduras protegidas con plásticos e impermeables si ésta acontecía. Y ello es lo que ha hecho que nos hayamos encontrado con algo importante, por su continuidad. Ahí estaba hasta que han llegado estos gañanes, beatos, rotarios y enemigos de Cuenca para limar nuestro patrimonio, nuestra tradición, el prestigio, y la seguridad que se tenía de que si se venía se veía, entusiasmaba y se admiraba por decenas de miles de personas, digan lo que digan. Pero es que hoy ni siquiera eso, ni llovió ayer jueves santo, ni durante la noche ni de madrugada, ni pintaba agua.
Si fuera por los pronósticos nos habíamos quedado este año, como hubiera pasado la inmensa mayoría de los años, sin procesiones; ¿o es que no auguraban un lunes, martes, miércoles y jueves santo pasados por agua?, pero se equivocaron y se han vuelto a equivocar. Ahora son las 9,30 y de lluvia nada de nada, es más, con el cielo medio raso medio nublado, más bien lo primero, como casi siempre en primavera, como casi siempre los días de cualquier Semana Santa, o incluso con más sol pues mientras escribo no ha dejado de lucir ni un instante por la ventana; pero los santos guardaditos en las iglesias, que es lo que quieren, y muchos de los de la tierra entristecidos por otra cacicada y los visitantes con tres palmos de narices porque hoy, viernes de pasión, los conquenses les hemos tomado el pelo.
Yo que el Alcalde de Cuenca retiraba las subvenciones a la Junta Cofradías, y el museo informático de la Semana Santa. Que se lo paguen ellos.
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