No es algo nuevo, que se nos diga por parte de los gobernantes que Cuenca va a ser la Capital de la Cultura; pero lo cierto es que el índice de analfabetismo en Cuenca es el más alto de España, según un estudio.
El Instituto Nacional de Estadística en su estudio ‘Indicadores Sociales 2006’ refleja que, con datos correspondientes de 2005, Castilla-La Mancha ocupa el segundo lugar de toda España en tasa de analfabetismo, sólo superada por comunidades como Extremadura y Andalucía.
Cuenca no sale muy bien parada en este estudio que se ha dado a conocer recientemente, ya que encabeza el ranking nacional con el 24,59% y le sigue Ciudad Real con un 23,53%, Jaén con el 22,30% y Córdoba con el 22,02%.
En la comunidad autónoma, Cuenca está también a la cabeza seguida de Ciudad Real con un 23,53%, Toledo con un 21,22%, Albacete con un 18,55% y Guadalajara con solamente un 7,98%. El porcentaje de analfabetos o sin estudios en Castilla-La Mancha asciende al 20,22%, ocho puntos por encima de la media nacional que se sitúa en el 12,42%; y ésta sí que representa una triste realidad, que dice muy poco a favor de unos dirigentes que llevan utilizando en nuestra provincia la cultura como una coartada electoral desde hace más de dos décadas.
El anuncio de Barreda, cuando aún faltaban tres meses para elecciones, quizá no fue, ni más ni menos, que una nueva táctica electoralista en la que se proponía a los votantes un futuro intangible, como mínimo hasta el año 2012, que será cuando definitivamente se decida cuál de las aspirantes será la ciudad nominada para ocupar el lugar en el trono de la cultura europea.
Esto podría suponer una ilusión verídica, si lo dicho fuera medianamente creíble. Si lo hubieran prometido otros.
Ya en los inicios de los ochenta, fueron muchos los que desde las instancias oficiales, incluídas las conquenses, pretendieron vender ese discurso de la cultura; y no pocos de los considerados “ilustres”, se lo creyeron y lo apoyaron por convicción o conveniencia.
Si consideramos como marco de referencia a Castilla la Mancha, como expresó Martínez Cenzano para argumentar la potencialidad de la candidatura de Cuenca, no nos queda más remedio que mostrar un grado importante de pesimismo, pues es una de la últimas comunidades autónomas en recursos culturales de toda índole, no alcanzando tan siquiera el 50% de la media comunitaria europea según el FIES; y, como vemos ahora en el estudio del INE que se acaba de hacer público, los índices de analfabetismo siguen estando entre los mayores de España.
La supuesta capital cultural de la Autonomía, tiene un auditorio pequeño, que no llega ni a las mil plazas. No tiene ni siquiera un teatro. No puede tener un festival como el de Almagro; que, por cierto, su festival de teatro clásico recibe mucha más ayuda de la Junta, que cualquier actividad cultural de las que se realizan en Cuenca -la Consejería de Cultura pone una subvención de 430 mil euros; y la Empresa Pública don Quijote, de la que se ha excluído a Cuenca, aporta 200 mil-
No puede albergar una gran exposición, porque después de venticuatro años prometiéndolo - lo hizo ya Bono en la campaña del 83-, todavía no hay Palacio de Congresos y Exposiciones, ni el dibujo del proyecto, y ni aun dónde se va a instalar.
La oferta cultural en Cuenca, es normalita, y muy reducida en el resto de la provincia. De seguir así, difícilmente podrá contar con muchas esperanzas de que haya grandes eventos culturales, si no dispone de la infraestructura adecuada. Compárese la programación del resto de la Comunidad Autónoma, y los presupuestos regionales.
Además del nivel de infraestructura y oferta cultural bajo, la población en contínuo despoblamiento, con un nivel de desarrollo ínfimo, con un bajo nivel de renta, difícilmente demandará y participará en importantes actos culturales. Y esto es debido, en gran parte, a la política austera y discriminatoria de la Junta hacia Cuenca.
Cuenca es la antepenúltima provincia española en gasto cultural y de ocio por habitante: las cifras de lectura son casi tercermundistas. La asistencia a museos, a ciclos de conferencias, a las pequeñas exposiciones que se organizan, a los conciertos, es mínima.
Actualmente, como hace ya varias décadas, los únicos focos culturales de alguna importancia, siguen siendo la UIMP, La Semana de Música Religiosa, La Semana Santa y los Museos.
Es difícil que Cuenca sea jamás una ciudad del ocio y la cultura, de no ser que las administraciones, principalmente por parte de la Junta de Comunidades y el Estado, giren 180 grados en su política de falta de inversiones; tanto a nivel de infraestructuras en este sentido, como de recursos humanos y materiales.
Se perdió, siendo una promesa cultural incumplida la JONDE, quedando un edificio con un contenido muy inferior al que estaba destinado.
¿Por qué cada vez que llegan elecciones se resucita el concepto de Cuenca como Capital de la Cultura?. Ya en la campaña electoral del 83 el PSOE emitió como eslogan aquello de “Cuenca, Marco Incomparable para la Cultura”.
Si la meta es conseguir una Cuenca culta y cultural, una sociedad moderna y del ocio, antes se debe invertir en recursos productivos; y nada de todo esto sucede en las actuales circunstancias. Es como pretender que un trasatlántico navegue por el río Huécar.
La cultura sin una Universidad apoyándola y sin una infraestructura social suficiente, no se mantiene; sería un puro artificio; ahora lo podemos ver con claridad en los datos que se desprenden del estudio ‘Indicadores Sociales 2006 ’ que ha publicado el INE.
Y de esto gran parte de culpa la tiene el Sr. Barreda, que siendo Consejero de Educación, firmó el llamado Plan Barreda para el reparto de Centros y Carreras Universitarias y eliminó de un plumazo el Campus de Cuenca, que tenía por RD 1784/82 de 24 de julio la Facultad de Ciencias Económicas, Facultad de Empresariales, Facultad de Farmacia, Facultad de Derecho, Escuela Superior de Arquitectura, Escuela Superior de Informática, Escuela de Ingenieros Forestales, Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes; además de los estudios que ya se cursaban. A cambio se implantó exclusivamente Bellas Artes.
La base de la cultura es la Universidad, pero además debe existir una economía subyacente; una industria y una economía que lo sustente.
¿Qué hay detrás de lo que desde tantos años se nos vende como Cuenca Capital de la Cultura?
Es necesario la construcción de un serie de equipamientos como la clave de una política cultural, que convirtiera la cultura en un motor de desarrollo. Sin embargo, las medidas que deben acompañar estas inversiones, desmienten el presunto interés por la ciudad cultural, toda vez que no existen previsiones ni de personal, ni de dotación de material, ni presupuestarios, ni de programación de actividades; y lo que más grave y hace menos creíble lo anunciado por Barreda, un Plan Global suficientemente concretado, de ciudad global cultural, que sirva de hilo conductor de todas las actuaciones por parte de instituciones públicas y privadas, que nos lleven al objetivo marcado.
Las inversiones en programas culturales son mínimas, con las malas consecuencias ya conocidas; y la actuación del Gobierno de Barreda en la anterior legislatura, no nos hace ver el interés verdadero por que Cuenca se defienda en condiciones de igualdad para esa candidatura. Un ejemplo lo tenemos, en la intención de la Consejería de Cultura de ubicar la Filmoteca Regional en la ciudad de Albacete; y otro, en la negativa a la moción de Independientes por Cuenca para que se cree en nuestra Ciudad, el Centro Regional de Arte Contemporáneo.
Y es que cuando llegan las elecciones, y más si encima se les tornan complicadas electoralmente, a estos políticos se les calienta la boca de hacer promesas. Lo malo es que nada más que terminan de contar los votos, éstas se disuelven en el aire como el humo.
Los malos datos que ha publicado el INE, no sorprenden a nadie aún con la ilusión que suponga querer ser candidatos para representar a la cultura europea de cara a 2016; pero lo que está claro es que la apuesta cultural más importante que deben hacer las administraciones, la que sin duda traerá la mayor rentabilidad para nuestra sociedad y la mayor garantía para afrontar el futuro es, sin ninguna duda, terminar con el gran índice de analfabetismo que, este momento nos situa, más que en el lugar que pretendemos ocupar, en el contrario, es decir, en ser la capital europea de la incultura.
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