LA OPINIÓN.-Ya próximas las elecciones locales del año 95, estando Cenzano agotando su primera legislatura en la Alcaldía, firmó un convenio con el Ministerio de Obras Públicas que consistía en que el Estado se comprometía a la ejecución de una autovía que circunvalara la ciudad por el oeste. Al Psoe se le presentaba una campaña difícil por el incumplimiento de la Autovía Madrid-Valencia por Cuenca y lanzaba promesas que o no han llegado a materializarse; o, como en este caso, se han eternizado y empequeñecido -Palafox y la JONDE, Jardín Botánico de Castilla la Mancha, Autovía de Tarancón, etc.-.
Tuvieron que pasar diez años; diez años saliendo una y otra vez en los Presupuestos del Estado, para que este proyecto saliera de los cajones y por fin empezase a cobrar cierta consistencia. El 16 de septiembre de 2005, el Consejo de Ministros autorizaba la suscripción de un nuevo convenio que establecía unas líneas de colaboración entre el Ministerio de Fomento y el Ayuntamiento para relanzar la realización de la Ronda Urbana Oeste de Cuenca. El Estado aportaba la cantidad de 7.926.839 euros y el Ayuntamiento cedía los terrenos y aceptaba su titularidad para costear su mantenimiento.
Al final, han hecho falta más de 12 años para que los conquenses podamos disponer de una calle, que en un principio se concibió con características de Autovía pero que se ha quedado en una calle “a secas”. Se trata de una vía con una calzada estrecha, con una mediana que la divide en dos, pero con una anchura insuficiente para que discurran dos corrientes de tráfico en cada sentido; por mucho que se hayan pintado líneas divisorias. Si a esto le unimos, la sinuosidad del trazado y la inexistencia de ascenes convertidos en aparcamientos –incluso de camiones-, resulta que lo que iba a ser un viario moderno de alta capacidad, es una calle corriente y moliente que su falsa apariencia para alardear ser algo más, la hace ser insegura y peligrosa; por lo que ya se está llenando de los dichosos badenes como mal menor; siendo así también lenta y molesta.
Y es que en Cuenca se ven siempre las cosas con complejo, y así nos va. Si en Toledo, en Albacete, Guadalajara o C. Real se mira hacia el futuro y éste se contempla con ambición, a lo grande; aquí, en cambio, todo se nos hace grande y con poco nos dejan contentos. Si en Toledo se invierten noventa, aquí con ocho, todos felices. Si en C. Real se tarda 3 años; aquí con que se hable del asunto durante veinte y se haga en otros diez, satisfechos; si total, “con ir tirando, que no es poco, no nos podemos quejar
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